miércoles, 30 de diciembre de 2015

La Circuncisión por Rembrandt











Mientras que algunos cuadros de Rembrandt de tema religioso son monólogos , otros, como éste, son corales. El grupo principal de figuras incluye a la Virgen con el Niño en brazos y un mokel  que lleva a cabo la circuncisión, rito judío que marcaba el momento en que se daba nombre al niño y en que los padres purgaban sus pecados. El mokel  era el padre del niño o una persona especializada en esa ceremonia en que el progenitor delegaba , con frecuencia un rabino.
La infancia de Jesús se narra en el Nuevo Testamento , aunque los episodios que la componen no están claramente definidos . El único evangelio que se refiere a la circuncisión es el de san Lucas , en el que tras describir el nacimiento y la adoración de los pastores ,se dice: " Cumplidos los ocho días , circuncidaron al niño y le pusieron el nombre de Jesús , nombre que había indicado el ángel , antes de que su madre quedará embarazada " ( Lucas, 2,21 ) . Con este rito se cumplia una orden dada por Dios a Abraham según se describe en el libro del Génesis 17,10. " Este es mi pacto , que guardaréis entre mi y vosotros y tu descendencia después de  Será circuncidado todo varón de entre vosotros "; y Génesis 17,14: " Y el varón circunciso, el que no hubiera circuncidado la carne de su prepucio . aquella persona será cortada de su pueblo, ha violado mi pacto - La circuncisión , tal y como se describe en la Biblia, es por tanto el símbolo de la elección que Dios hace de sus fieles, y también de la obediencia y la fe que ese pueblo elegido tiene en la autoridad divina.
Frente a la importancia que tienen el escenario imponente en que tiene lugar la circuncisión  y la autoridad que representa el mokel  en otras interpretaciones del tema- en este caso el protagonismo se localiza en el grupo central , que incluye a un reverente mokel , y donde es prioritaria la figura del Niño.Todos los demás elementos están diseñados para destacar este grupo central . La figura que se arrodilla ante la Virgen y el Niño realza la importancia de estas dos figuras . Los demás actores se agrupan en la zona izquierda de la escena . Uno de ellos inscribe el nombre del Niño en un registro. La curiosidad que muestran los demás -entre ellos hay una figura cuyos rasgos se inspiran en el propio Rembrandt- devuelve nuestra vista hacía la escena central. Por encima de la figura que escribe en el registro parece erigirse una gran columna . Es frecuente en el arte europeo que la circuncisión tenga lugar en un templo , aunque no exista una fuente bíblica que lo justifique. Otros elementos que se atisban , apenas esbozados, en el fondo de esta escena, indican que tiene lugar en un establo. Parece ser que el autor combina una referencia a la tradición iconográfica con la intención de situar el rito en un ambiente más doméstico y personal, en una escena en que la intimidad y la proximidad se convierten en vehículos a través de los cuales el artista comunica su mensaje, frente a la alternativa de un lenguaje simbólico más conceptual y distante..
Otro aspecto importante de la estrategia de Rembrandt a la hora de diseñar esta escena , como también indica Whelock , es su intención de suscitar el recuerdo del tema de la Piedad, la imagen tan frecuente en el arte europeo, de Cristo muerto tendido sobre el regazo de su madre: el impacto sobre el espectador se ve aumentado al asociar un momento del inicio de la vida de Cristo con el de la muerte.


http://pinturasepocas.blogspot.com.es/2013/10/la-circuncision-rembrandt_12.html
 

domingo, 27 de diciembre de 2015

LLegada de María y José a Belén

Relato de Catalina Emmerich




Desde el último alojamiento, Belén distaba unas tres leguas. Dieron un rodeo hacia el Norte de la ciudad acercándose por el Occidente. Se detuvieron debajo de un árbol, fuera del camino, y María bajó del asno, ordenándose los vestidos.
 
José se dirigió con María hacia un gran edificio rodeado de construcciones pequeñas y de patios a pocos minutos de Belén. Había allí muchos árboles. Numerosas personas habían levantado sus carpas en ese lugar. Ésta era la antigua casa paterna de la familia de David, que fue propiedad del padre de San José. Habitaban en ella parientes o gente relacionada con José; pero éstos no lo quisieron reconocer y lo trataron como a extraño. En esta casa se cobraban entonces los impuestos para el gobierno romano.
 
José entró acompañado de María, llevando el asno del cabestro, pues todos debían darse a conocer cuando llegaban, y allí recibían el permiso para entrar en Belén. La borriquilla no está junto a ellos: va corriendo alrededor de la ciudad, hacia el Mediodía, donde hay un vallecito.
José ha entrado en el gran edificio. María se encuentra en compañía de varias mujeres en una casa pequeña que da al patio. Estas mujeres son bastante benévolas y le dan de comer, pues cocinan para los soldados de la guarnición. Son soldados romanos; tienen correas que cuelgan de la cintura.
 
La temperatura no es fría: es agradable; el sol se muestra por encima de la montaña, entre Jerusalén y Betania. Desde este lugar se contempla un paisaje muy hermoso.
 
 



José se halla en una habitación espaciosa, que no está en el piso bajo. Le preguntan quién es y consultan grandes rollos escritos, algunos suspendidos de los muros; los despliegan y leen su genealogía, como también la de María. José parecía no saber que también María, por Joaquín, descendía en línea directa de David. El hombre pregunta dónde se halla su mujer.
 
Hacía unos siete años que no habían regularizado el impuesto para la gente del país, a causa de cierta confusión y desorden. Este impuesto se halla en vigor desde hace dos meses: se pagaba en los siete años precedentes, pero sin regularidad. Ahora es necesario pagarlo dos veces. José ha llegado un poco retrasado para pagarlo, pero a pesar de ello lo tratan con cortesía. Aún no ha pagado. Le preguntan cuáles son sus medios de vida; él responde que no posee bienes raíces, que vivía de su oficio y que además recibía ayuda de su suegra.
 
Hay en la casa gran cantidad de escribientes y empleados. Arriba están los romanos y los soldados. Veo fariseos, saduceos, sacerdotes, ancianos, cierto número de escribas y otros funcionarios romanos y judíos. No hay ningún otro comité semejante en Jerusalén; pero los hay en otros lugares del país, como Magdala, cerca del lago de Genesaret, donde acuden a pagar las gentes de Galilea y de Sidón, según creo. Sólo aquéllos que no tienen bienes raíces, sobre los cuales recae el impuesto correspondiente, tienen que presentarse en el lugar de su nacimiento.
 
Este impuesto será dividido dentro de tres meses en tres partes, cada uno con destino diferente. Una parte es para el emperador Augusto, para Herodes y para otro príncipe que habita cerca de Egipto. Habiendo participado en una guerra y teniendo derechos sobre una parte del país, es preciso darle algo.
 
La segunda parte está destinada a la construcción del Templo: me parece que debe servir para abonar una deuda contraída.
 
La tercera debiera ser para las viudas y los pobres, que desde tiempo no reciben nada; pero como casi siempre sucede, aún en nuestra época, este dinero no llega casi nunca adonde debe llegar. Se dan estos buenos motivos para exigir el impuesto, pero casi todo queda en manos de los poderosos.
 
Cuando estuvo arreglado lo de José, hicieron venir a María ante los escribas, pero no pidieron papeles. Dijeron a José que no era necesario haber traído a su mujer consigo. Añadieron algunas bromas a causa de la juventud de María, dejando al pobre José lleno de confusión.
 

LA SAGRADA FAMILIA BUSCA REFUGIO

Entraron en Belén por entre escombros, como si hubiese sido una puerta derruida. Las casas aparecen muy separadas unas de otras. María se quedó tranquila, junto al asno, al comienzo de una calle, mientras José buscaba inútilmente alojamiento entre las primeras casas. Había muchos extranjeros y se veían numerosas personas yendo de un lado a otro.
 
José volvió junto a María diciéndole que no era posible encontrar alojamiento; que debían penetrar más adentro de la ciudad. Caminaban llevando José al asno del cabestro y María iba a su lado.
 
Cuando llegaron a la entrada de otra calle, María permaneció junto al asno, mientras José iba de casa en casa; pero no encontró ninguna donde quisieran recibirlos. Volvió lleno de tristeza al lado de María. Esto se repitió varias veces y así tuvo María que esperar largo rato.
 
En todas partes decían que el sitio estaba ya tomado y habiéndolo rechazado en todas partes, José dijo a María que era necesario ir a otro lado en donde, sin duda, encontrarían lugar.
 
 
maria y jose buscan refugio en belen
 
 
Retomaron la dirección contraria a la que habían tomado al entrar y se dirigieron hacia el Mediodía. Siguieron una calleja que más parecía un camino entre la campiña, pues las casas estaban aisladas, sobre pequeñas colinas. Las tentativas fueron también allí infructuosas.
 
Llegados al otro lado de Belén, donde las casas se hallaban aún más dispersas, encontraron un gran espacio vacío, como un campo desierto en el poblado. En él había una especie de cobertizo y a poca distancia un árbol grande, parecido al tilo, de tronco liso, con ramas extendidas, formando techumbre alrededor. José condujo a María bajo este árbol y le arregló un asiento con los bultos al pie, para que pudiera descansar, mientras él volvía en busca de mejor asilo en las casas vecinas. El asno quedó allí con la cabeza pegada al árbol.
 
María, al principio, permanecía de pie, apoyada al tronco del árbol. Su vestido de lana blanca, sin cinturón, caíale en pliegues alrededor. Tenía la cabeza cubierta por un velo blanco. Las personas que pasaban por allí la miraban, sin saber que su Salvador, su Mesías, estaba tan cerca de ellos. ¡Qué paciente, qué humilde y qué resignada estaba María! Tuvo que esperar mucho tiempo. Por fin sentóse sobre las colchas, poniéndose las manos juntas en el pecho, con la cabeza baja.
 
José regresó lleno de tristeza, pues no había podido encontrar posada ni refugio. Los amigos de quienes había hablado a María apenas si lo reconocían. José lloró y María lo consoló con dulces palabras. Fue una vez más, de casa en casa, representando el estado de su mujer, para hacer más eficaz la petición; pero era rechazado precisamente también a causa de eso mismo.
 
El paraje era solitario. No obstante, algunas personas se habían detenido mirándola de lejos con curiosidad, como sucede cuando se ve a alguien que permanece mucho tiempo en el mismo sitio a la caída de la tarde. Creo que algunos dirigieron la palabra a María, preguntándole quién era.
 
Al fin volvió José, tan conturbado, que apenas se atrevía a acercarse a María. Le dijo que había buscado inútilmente; pero que conocía un lugar, fuera de la ciudad, donde los pastores solían reunirse cuando iban a Belén con sus rebaños: que allí podrían encontrar siquiera un abrigo. José conocía aquel lugar desde su juventud. Cuando sus hermanos lo molestaban, se retiraba con frecuencia allí para rezar fuera del alcance de sus perseguidores.
 
Decía José que si los pastores volvían, se arreglaría fácilmente con ellos; que venían raramente en esa época del año. Añadió que cuando Ella estuviera tranquila en aquel lugar, él volvería a salir en busca de alojamiento más apropiado.
 
Salieron, pues, de Belén por el Este siguiendo un sendero desierto que torcía a la izquierda. Era un camino semejante al que anduvieran a lo largo de los muros desmoronados de los fosos de las fortificaciones derruidas de una pequeña ciudad: se subía un tanto al principio, luego descendía por la ladera de un montecillo y los condujo en algunos minutos al Este de Belén, delante del sitio que buscaban, cerca de una colina o antigua muralla que tenía delante algunos árboles: terebintos o cedros de hojas verdes; otros tenían hojas pequeñas como las del boj.